"No me he sentido nunca tan llena de energía como en estos días", por Fran Ewald
Es un domingo cualquiera, estoy sentada en el sofá comiendo un bol de sticky rice con mango y buscando vuelos a Bangkok, otra vez. Otra vez? Sí, de hecho han pasado solo unas pocas semanas desde que he vuelto de Mae Sot, y desde entonces no he dejado de pensar ni un solo día en cuando pueda volver. Quizás te preguntarás por qué tanta inquietud de volver a una ciudad pequeña con clima trópico y pocos atractivos turísticos, cuando podría estar disfrutando de la vida mediterranea en Barcelona? Intentaré explicarlo, aunque las palabras siempre se quedarán cortas para describir todas las emociones que viví durante este viaje y desde entonces.
Todo empezó a la vuelta de un viaje a Birmania a finales del año 2012, que me dejó inquieta para entender más del contexto histórico, socio-económico y cultural de este país en el sureste asiático que cada año atrae más y más turistas desde su cambio político. La excepcional amabilidad y hospitalidad de los birmanos no es un cliché y fue algo profundamente impresionante. Es por eso que nació el deseo de ayudar en un proyecto concreto para ayudar a personas que hacen su vida cada día expuestos a la pobreza e inseguridad desde hace décadas y aún así son capaces de regalarte sonrisas e invitarte a su casa. Pero en mi búsqueda pronto me di cuenta que las ONGs y ayudas no llegan a población más vulnerable debido al mismo sistema político que margina diferentes etnias dentro de su propio país. Cuando entendí que la mejor manera de ayudar entonces fue a través de una ONG que trabaja con refugiados birmanos desplazados en Tailandia, encontré a Colabora Birmania y hace algo más de un año decidí apadrinar un niño. Desde el momento que me llegó la carta con una foto de Maung Pyu, mi ahijado, tuve el objetivo de conocerle en persona y entender la situación por la que él y sus dos hermanos habían pasado. Gracias a las palabras alentadoras y el apoyo por Sara y Marc decidí aprovechar las vacaciones de Semana Santa para pasar dos semanas en Mae Sot y estar ahí en el cumpleaños de Maung Phyu.
Antes de salir a viajar aproveche la ilusión por los proyectos de Colabora Birmania desde la distancia para recaudar un poco de dinero para que pudieramos ir a la piscina con todos los niños del Orfanato Safe House y así hacer una actividad durante los últimos días de vacaciones de los peques. Aunque estuve algo nerviosa antes de conocer a mi ahijado cuando finalmente llegó el día, siempre me sentí muy conectada con la causa y así empecé el viaje con muchísima ilusión y la mente abierta para poder entender y aprender. Parece que esta energía fue contagiosa, porque no solamente recaudamos suficiente dinero para ir a la piscina, sino que además, al pasar por Dubai y encontrarme con mis amigos Saleh y Daxita, me entregaron una maleta llena de ropa y pulseras para todos los niños del orfanato. Nunca olvidaré estos momentos cuando ví la alegría de los niños que pasaron por situaciones más duras que cualquier persona que conozco, festejando la fiesta del agua con ellos en el orfanato, cuando les llevamos a la piscina y finalmente cuando les entregamos a cada uno una camiseta.
No es cliché cuando dicen que jamás podrás dar tanto como ellos te dan a tí, es la esencia de todas las experiencias de este viaje. Cuando puedes ver en persona el cariño que te ofrecen aquellos niños que por su experiencia personal han vivido momentos tan duros, entiendes la diferencia que haya personas en su vida que les están ayudando, acompañando, cuidando y que les permiten volver a ser niños y vivir en un contexto seguro. Son estas personas, tanto las cuidadoras del orfanato como profesores de escuelas para niños y jóvenes desplazados, y las ONGs como Colabora Birmania que se merecen el respeto profundo y mi admiración para seguir adelante cada día a pesar de las adversidades que existen en ese contexto complejo en la frontera de Tailandia y Birmania. Porque complejo sí que lo - creo que es fácil encontrar personas con todos los tipos de intenciones buenas y malas allí; gente que abusa de la vulnerabilidad y a la vez los que intentan ayudar a los más marginados; coexiste la corrupción al lado de la determinación de personas que viven ahí para ayudar, aunque eso signifique exponerse a si mismos a más incertidumbre.
Este primer viaje a Mae Sot, para conocer a Maung Phyu, me ha permitido empezar a entender mejor el contexto general en el que está viviendo mi ahijado, pero también conocer su historia personal. He sentido orgullo cuando me mostró sus tareas de caligrafía tailandesa y me recitó el abcdario en tres idiomas diferentes. Sentí tristeza cuando me imaginé lo duro que habrá sido para sus padres la decisión de tener que abandonar a sus hijos y lo infinitamente más duro que era era el día a día de los tres hermanos desde entonces. No supe antes si esta experiencia me iba a hacer sentir más triste, o quizás me causaría una sensación de impotencia al entender que uno solo no puede salvar al mundo. Por mi sorpresa fue lo opuesto; no me he sentido nunca tan llena de energía como en estos días, porque pude ver el impacto muy tangible que pueden llegar a tener acciones concretas de cada persona. Personas como tu y yo. Lo puedes ver en la cara de los niños. Pero te soprenderás cuando te das cuenta que se nota aún más en tu propia cara.
Quiero agradecer a todo el equipo de Colabora Birmania su apoyo, su tiempo y haber compartido una buena cantidad de momentos inolvidables que me sacan este brillo en los ojos cada vez cuando pienso en ellos. Volveré.